Maratón de Madrid o cómo motivar al empleado I

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Como todos los años, este domingo iré a correr la Maratón de Madrid. Os voy a contar lo que me pasó hace cinco años en una fecha como esta…

27 de Abril de 2008, 7.15 horas. Suena el despertador como todos los días laborales,  pero hoy es domingo, y sin embargo me levanto a la misma hora. El motivo es que hoy voy a correr parte del Maratón de Madrid como hice el año pasado.

Este año, he decidido que voy a retirarme en el kilómetro 28, cerca de la estación de metro Lago.  Nunca me he planteado terminar el Maratón porque, aunque corro una o dos veces por semana y practico deportes colectivos que me podrían servir como complemento, creo que es una locura correr durante 42 kilómetros y pico sin parar, mental y físicamente.  

8.20 horas. Salgo del metro y me dirijo andando a la salida de la prueba. Como esta vez voy sin compañía, empiezo a fijarme en lo que me rodea. Miles de corredores de diferentes edades, ciudades españolas, países y culturas se entremezclan. Observo que el perfil es diferente al habitual de otras carreras más cortas. La media de edad es superior y por la indumentaria y la forma de comportarse  me parece que llevan años corriendo. El ambiente es muy distendido dando la sensación de que fuesen todos a una fiesta. Muchos se saludan porque deben de conocerse de otras carreras. Un brasileño se pone a hablar conmigo y pronto se unen a la conversación un mexicano, un andaluz, una canadiense y un madrileño. El tiempo pasa y sin darme cuenta suena el pistoletazo de salida y comienza la carrera.

9.00 horas. Empieza la Maratón. Los primeros 10 kilómetros se me pasan rápido. El  buen rollo que transmiten los corredores hace que entre en un estado de bienestar que no puedo describir. Hay corredores que incluso van charlando, son los kilómetros de tanteo, todavía queda mucha carrera y hay que tomárselo con calma. Voy solo a mi ritmo pero empiezo a sentir que me acompañan 4.000 personas corriendo y otros miles animando.

10.15 horas. Km 15. Estoy por la calle Guzmán el Bueno. Empiezo a sentir el cansancio y me duele un poco la rodilla derecha, pero de momento es un dolor liviano. Km 17.  El dolor desaparece cuando enlazo con el que considero el tramo mágico, el que recorre  las Calles Fuencarral, Gran vía, Preciados, Calle Mayor y Bailén. Aquí todo cambia, la bella edificación, las tiendas, el bullicio de las calles que la rodean, la gente animando, mezcla entre oriundos y forasteros, el cielo totalmente azul, en general la vida que desprende MADRID hace que la adrenalina me suba, me emocione y vuele.

A partir de este momento se van sucediendo una serie de acontecimientos que cambiarán mi objetivo inicial de la carrera: miro a mi lado, siento el aliento fatigado de un runner, es una persona que debe rondar los 60 años, veo que se va a tropezar con un bolardo y le agarro para que no se tropiece, me echa una mirada de agradecimiento que nunca olvidaré. Me adelanta un trío de corredores y observo que al del medio le falta un brazo, observo cómo los otros corredores están cada uno en un lado para que no pierda el equilibrio; me pongo a la altura de un invidente que está atado de la mano de otro corredor que le hace de guía, sorprendentemente el invidente es el que está animando al guía porque lo está pasando mal. El calor aprieta y necesito más vaselina para que no se me produzcan heridas por el roce de la ropa y no sé cómo conseguirla.  En ese momento aparece un «ángel» en patines con réflex y vaselina, me da un poco y ya de paso me echa réflex en la rodilla, era uno de los voluntarios que ayudan durante la carrera.

Y así llego al Km 28, momento en el que me iba a retirar, pero me encuentro todavía con alguna fuerza y empiezo a ver a mi alrededor a gente mucho peor que yo que sigue, después de todo lo vivido durante el recorrido me siento que no puedo abandonarles y decido continuar…

12,00 horas. Km 30. Empiezo a sentir que no tengo fuerzas, llega el denominado «muro o pared» del maratoniano, ese momento en el que las fuerzas desaparecen y entra en juego la preparación psíquica. Entonces empiezo a pensar en los corredores que me había encontrado y sus dificultades, y eso me da el plus suficiente para poder ir pasando de avituallamiento en avituallamiento sin desfallecer hasta la recta final. A los lados multitud de personas se agolpan animando, empiezo a emocionarme de nuevo y no puedo retener las lágrimas, cruzo la línea de meta… ¡Lo he logrado! Me abrazo con otros corredores de manera espontanea sin conocerles de nada salvo a uno, el veterano al  que había ayudado que se me acerca y me abraza efusivamente….

28 de Abril de 2008, 11.00 horas. Me encuentro en mi puesto de trabajo. Para subir a mi sitio he tenido que coger el ascensor, las escaleras sí que han sido esta vez un muro infranqueable por las secuelas del Maratón. Se me acerca un compañero que se ha enterado que corrí el maratón y me dice: «Me han contado que has hecho la Maratón, ¿qué tiempo hiciste? ¿en qué puesto quedaste?». En ese momento me doy cuenta que en ningún momento había mirado el reloj durante la carrera, ni siquiera en meta, y tampoco puedo mirar el puesto porque no llevaba dorsal, no pensaba terminar y por eso no me había apuntado a la Carrera. Yo siempre he sido muy competitivo en cualquier deporte y sin embargo en esta ocasión me daba igual el tiempo y el puesto. Esto es la maratón, como dice un grito de guerra de una afición de baloncesto, «solo venimos a divertirnos, el resultado nos da igual»

Y así es como corrí mi primera Maratón. Desde entonces no falto a la cita anual y este domingo intentaré correrla de nuevo.  Este año  me acompañarán cuatro amigos, que como me ocurría a mí hace 4 años, no piensan acabarla. Lo que ellos no saben es que alguno, un día la correrá entera.

Esta vivencia me hizo reflexionar sobre lo que puede motivar a todas estas personas a prepararse una Maratón y la analogía que hay  entre estos factores motivadores y la motivación del empleado dentro de las empresas.

Valores como el trabajo en equipo, la autonomía, los objetivos fijados por el propio individuo, el ambiente, el compromiso, la capacidad de superación, el pensamiento lateral o el reconocimiento son los que hacen  posible este milagro. En el próximo artículo os contaré como creo que se podrían extrapolar estos valores a la motivación del empleado.

Ahora os dejo, que tengo que hacer el último entrenamiento antes de la carrera, solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta, y más sabiendo que me emocionaré desde el principio con el minuto de silencio  que guardaremos por nuestros compañeros del maratón de Boston.

Un abrazo,

      Leer la segunda parte>

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ESCRITO POR

Experto Cegid

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